Carol Ann Figueroa no cree ahora que el virus de inmunodeficiencia adquirida sea el causante del sida. Su testimonio sobre la validez de las pruebas Elisa recibió el Premio de Periodismo Simón Bolívar.
A Carol Ann Figueroa le entregaron la prueba del sida con el resultado de que era portadora del virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH) cuando acaba de cumplir los 28 años de edad.
La reacción no pudo ser otra que pensar que se iba a morir pronto, que tenía que avisarles a sus familiares y amigos, y que debía aprovechar el tiempo de vida que le quedaba.
Sobre su escritorio puso dos listas. La primera, con las cosas que ya había hecho y las que le faltaba por hacer, y, la segunda, con el nombre de las personas a las que les iba a informar el infortunio de ser una portadora del VIH.
La segunda lista tenía un orden estricto: los primeros en ser informados serían aquellos que, según ella, no se enloquecerían con la noticia y la podrían ayudar; y los últimos, los que irremediablemente se traumatizarían.
"Mi papá estaba de segundo y mi mamá, por supuesto, de última".
Entre las cosas que le faltaban por hacer quedaron el viaje a España, la visita a Venecia, el curso de actuación...
Tenía 10 días mal contados para decidir si los mantenía en la lista de asuntos pendientes o si los tachaba, pues su médico le había dicho que se realizara un segundo examen, llamado Western Blot, para ratificar el diagnóstico. "Hacemos la segunda prueba por rutina, porque la verdad es que el resultado rara vez cambia", dijo su segundo doctor.
Desde entonces, el instinto de conservación, las ansias de saber qué le estaba quitando la vida y la indignación que le produjo la respuesta poco esperanzadora de los médicos la llevaron a investigar acerca del sida en agotadoras jornadas.
"El ser humano es tan egoísta, que solo cuando le está pasando así mismo se interesa por los otros. Particularmente, en el tema del VIH uno cree que lo sabe todo, pero uno no tiene ni idea".
En esos días, se encontró con datos tan sorprendentes como que el sida, según datos de Naciones Unidas, ha provocado unas 25 millones de muertes en el mundo, o "que no es una enfermedad sino un síndrome que agrupa a 29 enfermedades".
Pero también encontró que el sida lo hace a uno especial. "Hay cierta tentación a rendirte y tienes cierto permiso de los demás para tirar la toalla".
Carol Ann no quería resignarse a una vida de 10 ó 15 años de antiretrovirales para tratar de prolongar la existencia, por eso necesitaba reconfirmar un diagnóstico sobre el que quería expresar su más absoluto rechazo.
"Caminaba mucho...estaba decidida a que no me iba a tomar nada. Si el segundo diagnóstico era positivo, no iba a hacer nada", pero, al mismo tiempo, pensaba en buscar un médico bioenergético, mejorar su dieta y buscar una rutina de ejercicios para fortalecer su sistema inmunológico.
Era todo un escenario de contradicciones y confusiones que terminó el décimo día, cuando fue hasta su EPS para recibir el resultado de la Western Blot. "Entro al consultorio y me planto desafiante ante el doctor. El hombre me sostiene la mirada y no se la retiro. Suspiro. El papel dice negativo".
Hoy, dos años después, y con la certeza de que no es portadora, Carol Ann se ha convertido en una especie de hereje de este virus. Refugiada en las tesis de los investigadores Peter Duesberg y Kary B. Mullis, sostiene que el VIH no existe, porque jamás ha podido ser aislado en un laboratorio.
"El sida sí existe, pero no se transmite por un virus", dice justo esta semana cuando los científicos Luc Montagnier y Francoise Barré-Sinoussi acaban de recibir el Premio Nobel por descubrir el VIH.
El testimonio galardonado fue publicado en la Revista Número, en un artículo titulado 'Una cretina llamada Elisa', en el que cuestiona la validez de las pruebas para detectar esta virus y la información que hay sobre el sida.
¿A quién creerle? Carol Ann solo invita a dudar, a cuestionar los efectos de los antirretrovirales y a no perder de vista lo que ella llama el marketing que hay detrás del sida. "Son dos posiciones científicas. Yo me quedé con la tesis de que el VIH no existe. Como en todo, esto es un acto de fe".
A Carol Ann Figueroa le entregaron la prueba del sida con el resultado de que era portadora del virus de inmunodeficiencia adquirida (VIH) cuando acaba de cumplir los 28 años de edad.
La reacción no pudo ser otra que pensar que se iba a morir pronto, que tenía que avisarles a sus familiares y amigos, y que debía aprovechar el tiempo de vida que le quedaba.
Sobre su escritorio puso dos listas. La primera, con las cosas que ya había hecho y las que le faltaba por hacer, y, la segunda, con el nombre de las personas a las que les iba a informar el infortunio de ser una portadora del VIH.
La segunda lista tenía un orden estricto: los primeros en ser informados serían aquellos que, según ella, no se enloquecerían con la noticia y la podrían ayudar; y los últimos, los que irremediablemente se traumatizarían.
"Mi papá estaba de segundo y mi mamá, por supuesto, de última".
Entre las cosas que le faltaban por hacer quedaron el viaje a España, la visita a Venecia, el curso de actuación...
Tenía 10 días mal contados para decidir si los mantenía en la lista de asuntos pendientes o si los tachaba, pues su médico le había dicho que se realizara un segundo examen, llamado Western Blot, para ratificar el diagnóstico. "Hacemos la segunda prueba por rutina, porque la verdad es que el resultado rara vez cambia", dijo su segundo doctor.
Desde entonces, el instinto de conservación, las ansias de saber qué le estaba quitando la vida y la indignación que le produjo la respuesta poco esperanzadora de los médicos la llevaron a investigar acerca del sida en agotadoras jornadas.
"El ser humano es tan egoísta, que solo cuando le está pasando así mismo se interesa por los otros. Particularmente, en el tema del VIH uno cree que lo sabe todo, pero uno no tiene ni idea".
En esos días, se encontró con datos tan sorprendentes como que el sida, según datos de Naciones Unidas, ha provocado unas 25 millones de muertes en el mundo, o "que no es una enfermedad sino un síndrome que agrupa a 29 enfermedades".
Pero también encontró que el sida lo hace a uno especial. "Hay cierta tentación a rendirte y tienes cierto permiso de los demás para tirar la toalla".
Carol Ann no quería resignarse a una vida de 10 ó 15 años de antiretrovirales para tratar de prolongar la existencia, por eso necesitaba reconfirmar un diagnóstico sobre el que quería expresar su más absoluto rechazo.
"Caminaba mucho...estaba decidida a que no me iba a tomar nada. Si el segundo diagnóstico era positivo, no iba a hacer nada", pero, al mismo tiempo, pensaba en buscar un médico bioenergético, mejorar su dieta y buscar una rutina de ejercicios para fortalecer su sistema inmunológico.
Era todo un escenario de contradicciones y confusiones que terminó el décimo día, cuando fue hasta su EPS para recibir el resultado de la Western Blot. "Entro al consultorio y me planto desafiante ante el doctor. El hombre me sostiene la mirada y no se la retiro. Suspiro. El papel dice negativo".
Hoy, dos años después, y con la certeza de que no es portadora, Carol Ann se ha convertido en una especie de hereje de este virus. Refugiada en las tesis de los investigadores Peter Duesberg y Kary B. Mullis, sostiene que el VIH no existe, porque jamás ha podido ser aislado en un laboratorio.
"El sida sí existe, pero no se transmite por un virus", dice justo esta semana cuando los científicos Luc Montagnier y Francoise Barré-Sinoussi acaban de recibir el Premio Nobel por descubrir el VIH.
El testimonio galardonado fue publicado en la Revista Número, en un artículo titulado 'Una cretina llamada Elisa', en el que cuestiona la validez de las pruebas para detectar esta virus y la información que hay sobre el sida.
¿A quién creerle? Carol Ann solo invita a dudar, a cuestionar los efectos de los antirretrovirales y a no perder de vista lo que ella llama el marketing que hay detrás del sida. "Son dos posiciones científicas. Yo me quedé con la tesis de que el VIH no existe. Como en todo, esto es un acto de fe".
JOSÉ ANTONIO SÁNCHEZEDITOR-
REDACCIÓN EL TIEMPO
Tomado de:
1 comentario:
Todavía no puedo creer que no sé por dónde empezar, mi nombre es Juan, tengo 36 años, me diagnosticaron herpes genital, perdí toda esperanza en la vida, pero como cualquier otra, todavía busqué un cura incluso en Internet y ahí es donde conocí al Dr. Ogala. No podía creerlo al principio, pero también mi conmoción después de la administración de sus medicamentos a base de hierbas. Estoy tan feliz de decir que ahora estoy curado. Necesito compartir este milagro. experiencia, así que les digo a todos los demás con enfermedades de herpes genital, por favor, para una vida mejor y un mejor entorno, póngase en contacto con el Dr. Ogala por correo electrónico: ogalasolutiontemple@gmail.com, también puede llamar o WhatsApp +2348052394128
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